Antonio Fontan
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ENTREGADO EL PREMIO ANTONIO FONTAN DE PERIODISMO POLITICO EN SU QUINTA EDICIÓN A DOÑA ESPERANZA AGUIRRE. (10/11/2015)
El pasado 4 de noviembre el Presidente de la Fundación Marqués de Guadalcanal entregó a Doña Esperanza Aguirre Gil de Biedma el Premio de Periodismo Político Antonio Fontán en su Quinta Edición.

El acto se celebró en la sede de la Fundación Pastor, calle Serrano 107, a las 19,30 horas, y en él intervinieron Dª Ana Moures, D. Francisco Cabrillo, D. Julio Pomés y la premiada.

El Patronato de la Fundación decidió por unanimidad conceder este premio a Dª Esperanza Aguirre por distintos artículos publicados en el Diario ABC durante el año 2014.
A continuación publicamos las distintas intervenciones.




Palabras de Dª Ana Moure

Amicis et sodalibus carissimis, viris feminisque immo qui hodie ad hanc sedem adestis, vobis omnibus maximas gratias ago.
Vestigia sequendo viri inlustri atque magistri optimi Antonii Fontán, Fundatio illius nominis praemium debitum luculentissimis scriptoribus dabit. Igitur incipit sessio.

A los muy queridos amigos y compañeros, a los hombres y, en particular, a las mujeres que hoy acudís a esta sede,a todos vosotros os doy las más efusivas gracias.
Siguiendo las huellas del ilustre señor y excelente maestro Antonio Fontán, la Fundación instituida en su nombre entregará el premio destinado a los escritores más brillantes. Así pues, empieza la sesión.





Intervención de D. Francisco Cabrillo

Intervención en la entrega del V PREMIO ANTONIO FONTÁN DE PERIODISMO POLÍTICO

Es para mí una gran satisfacción tomar la palabra en este acto en el que se unen los nombres de dos personas que me han honrado con su amistad a lo largo de muchos años: Antonio Fontán y Esperanza Aguirre. Son dos nombres importantes en la moderna historia de España con los que, además de la amistad, comparto al menos, otras dos cosas. El liberalismo y una vocación por el periodismo, a la que hemos llegado desde otras actividades: la cátedra universitaria en el caso de Fontán y en el mío; y la política en el caso de Esperanza y del propio Fontán.

Por lo tanto, el liberalismo, la política y el periodismo confluyen hoy en la entrega de este premio que la Fundación Marqués de Guadalcanal ha concedido a Esperanza Aguirre por la serie de artículos que publicó en el diario ABC el pasado año 2014.

Dice Esperanza en uno de sus artículos que ella nunca va a abandonar la política, una actividad que ha desempeñado en su vida un papel tan importante; y que, muchas veces hacer política es también exponer claramente las ideas en las que se cree.

Si volvemos la vista atrás y analizamos lo que en la Comunidad de Madrid se hizo en los años de gobierno de Esperanza Aguirre veremos que ella tiene motivos para estar orgullosa de muchas cosas y quienes, dentro de nuestras posibilidades, colaboramos con aquellas políticas podemos estarlo también.
En Madrid se bajaron impuestos y se suprimieron –de facto- algunos tributos
especialmente absurdos, como el impuesto sobre el patrimonio y el impuesto de sucesiones en el seno de la unidad familiar; se controló la deuda pública; se supo frenar el crecimiento del gasto en los primeros momentos de la crisis, cuando otras regiones continuaban con un gasto cada vez mayor sin saber o querer ver lo que podía ocurrir. Se permitió algo tan básico, como que la gente pudiera comprar el día que quisiera si había un establecimiento abierto dispuesto a vendérselo. Digo que esto básico; pero en este punto, como en muchos otros la vuelta atrás es hoy posible.

Hacer cosas es muy importante. Pero, como decíamos, también lo es difundir las ideas que sirvieron de base a aquellas políticas y deberían inspirar también las políticas que pueden hacerse en el futuro. Esto nos lleva a insistir en la relevancia que, en nuestros días, tiene el periodismo de opinión. En un mundo en el que la información está disponible en todo momento en la red, en tiempo, real, la prensa escrita tiene que ofrecer algo más a sus lectores.

En realidad el problema del periodismo de opinión, realizado por personas con una sólida formación, siempre ha planteado polémicas. Y cuando digo siempre me remonto a los orígenes mismos del periodismo moderno. Permítanme que les lea un breve texto de Larra, tomado de su delicioso –y bien conocido- artículo “Ya soy redactor”. Escribe Larra:

Vaya un artículo profundo; hojeo el Say y el Smith; de economía política será.- Grande artículo, me dice el editor, pero, amigo Fígaro, no vuelva usted a hacer otro. -¿Por qué?- Porque esto es matarme el periódico. ¿Quién quiere usted que lo lea, si no es jocoso, ni mordaz, ni superficial?”

Pero los artículos no jocosos ni superficiales son necesarios. La defensa de las ideas es una obligación para quienes escribimos en la prensa; y, en especial, para quienes tenemos unas ideas tan poco apreciadas en nuestra sociedad, como son las liberales.

Dado que estamos en la casa de la Fundación Pastor y sentimos de alguna forma la presencia de Antonio Fontán entre nosotros. Permítanme una referencia con sabor clásico. Hace años le comenté a Fontán que estaba leyendo a Salustio en la traducción del infante don Gabriel y de Pérez Bayer. Fontán hizo de inmediato un comentario, a mitad de camino entre la erudición y la ironía, y me dijo: la traducción debió hacerla más bien Pérez Bayer porque parece que el infante D. Gabriel, aunque tenía afición, de latín no sabía mucho.
Pues bien, fuera quien fuera el autor de la traducción, en las primeras páginas de La Conjuración de Catilina, dice Salustio “que no sólo se celebran muchos que hicieron cosas grandes, sino también los que las escribieron de otros “ y añade que, “aunque nunca sea tan digno de gloria el que escribe como el que hace las cosas, me parece muy difícil escribir bien una historia, ya que para esto es menester que las palabras igualen a los hechos”.

No tenía Salustio gran opinión de la vida política, [en la que dice que no reinaban precisamente ni la modestia, ni la frugalidad ni el desinterés]. Y seguramente exageraba el escritor romano las virtudes del hombre de letras frente a las del hombre de acción. Pero esta es otra historia.

En los artículos que hoy premiamos se analizan muchos aspectos importantes de la vida española de nuestros días. En estos artículos se escribe la historia, en la expresión de Salustio. Y quienes conocemos a Esperanza encontramos en ellos temas sobre los que ha reflexionado en muchas ocasiones.

Al margen de los problemas del día a día el lector encuentra en estos textos reflexiones sobre algunos de los problemas más relevantes de la vida de nuestro país…de hoy y de un pasado que sigue siempre presente. Voy a mencionar como ejemplo un tema que me consta que ha preocupado mucho a Esparanza: la educación y la enseñanza de la historia en España. Este es un tema importante, porque sus implicaciones van mucho más allá del mundo de la enseñanza y han llegado a convertirse en un problema político muy grave. La historia siempre se ha utilizado como un instrumento de lucha política. Leí hace muchos años un artículo de un historiador francés cuyo nombre, por desgracia, no consigo recordar, en el que se analizaba una cuestión curiosa: ¿cómo se enseñaría la historia si Alemania hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial? Y su conclusión – rebosante de sano escepticismo – era la siguiente: los alumnos estudiarían que el motor de la historia ha sido la lucha de razas. La teoría puede parecer absurda. Pero bueno – añadía nuestro historiador – no es más falsa que la que afirma que el motor de la historia ha sido la lucha de clases. Y en ella estamos.

No me extrañaría nada que alguien escribiera un día en este país que el motor de la historia de España ha sido la lucha de los pueblos periféricos contra el Estado central opresor. Y que pronto viéramos tan absurda elucubración convertida en dogma en algunos libros de texto de bachillerato.

Estoy de acuerdo con Esperanza. Oponerse a este tipo de cosas es también hacer política, en el mejor sentido del término.

Un tema presente en todos estos artículos es la visión liberal de la vida y de la sociedad. Hay que reconocerlo, aunque no nos guste: No son éstos buenos tiempos para el pensamiento liberal. Muchos de ustedes podrán decirme – y con razón – que es difícil encontrar en la historia de España momentos históricos de un mínimo de entidad en los que el liberalismo haya triunfado en este país en el mundo de las ideas o de la política real. Pero me temo que no exagero si afirmo que los principios liberales prácticamente han desaparecido hoy de nuestra vida política, en la que domina un claro consenso socialdemócrata del que sólo parecen disentir aquellos que, desde la izquierda radical, se colocan en posiciones abiertamente contrarias a cualquier tipo de liberalismo. Sólo un ejemplo. El esfuerzo fiscal que soportan las clases medias españolas ha crecido hasta unos niveles que no sólo reduce su capacidad de gasto sino que, también, desanima claramente la actividad creativa o expansiva de las empresas y a las personas más dinámicas de nuestra sociedad. A pesar de ello la corriente ampliamente dominante es, ciertamente, la que defiende más impuestos y más gasto público. En muchos casos se plantea abiertamente la subida de impuestos. En otros no se dice tal cosa, pero se defienden políticas de gasto que, acabarán haciendo inevitable una presión fiscal aún mayor.

Y esto no sólo ocurre en España. El retroceso del liberalismo ha sido evidente, por ejemplo, en los Estados Unidos, donde la presión fiscal y las regulaciones de todo tipo no han cesado de crecer en los últimos años. Y de la Unión Europea sólo podemos decir que no acaba de saber lo que quiere ser, con unos gobiernos desnortados en la búsqueda de acuerdos y consensos que parecen no llevar a ninguna parte.

Esperanza dedica uno de sus artículos a una persona por la que tanto ella como yo sentimos gran admiración: Margaret Thatcher. Al releerlo para preparar estas palabras me vinieron a la memoria varias conversaciones que tuve con Esperanza sobre el sentido del consenso en política. Y es buen momento para recordar las palabras de Thatcher que creo que ella y yo compartimos. Afirmaba Thatcher:
“El consenso implica el abandono de toda creencia, principio, valor o política en aras de encontrar algo en lo que nadie cree, pero a lo que nadie plantea objeciones; supone dejar de lado las cuestiones que hay que resolver, con el argumento de que no se puede llegar a un acuerdo en ellas. ¿Ha habido alguna vez una gran causa que se haya perseguido y ganado bajo la bandera: yo estoy por el consenso?”

No son, en efecto, estos textos, artículos de consenso. No lo es, por ejemplo, decir que el problema de las cajas de ahorros es que a sus directivos los han nombrado, los políticos, los sindicalistas y los patronos; o que muchas de las manifestaciones que vemos en nuestras calles son, en realidad, actos de terrorismo de baja intensidad; o que un país que permite la okupación de inmuebles se convierte inmediatamente en el puerto de arrebatacapas en el que desaparece no sólo la seguridad jurídica, sino también la más elemental seguridad para las personas, etc., etc. No, no son ideas de consenso pero son ideas que responden a los principios en los que debería basarse una sociedad de personas libres.

Y permítanme terminar estas palabras con una breve anécdota y un ruego. Allá por el año 2005 ó 2006, un pequeño grupo de personas nos reunimos a comer con Giovanni Sartori, el gran pensador político italiano. Entre los asistentes estaba José María Aznar quien – con muy buenas razones – se mostraba bastante pesimista con respecto a la evolución de nuestro país bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero. Sartori, escuchaba atentamente y asentía; pero al final tomó la palabra y dijo simplemente: “fight, Mr. Aznar, fight” (luche, señor Aznar, luche).

No puede ser otra mi conclusión esta noche. Hoy le entregamos un premio a una política cabal, a una mujer de principios, a una liberal convencida y a una amiga de muchos años. Pero tengo que plantearle también una exigencia: lucha, Esperanza, lucha.






Intervención de D. Julio Pomés

LAUDATIO DE ESPERANZA FUENCISLA AGUIRRE GIL DE BIEDMA
en el premio Antonio Fontán
Querida Esperanza, permíteme que agradezca en primer lugar a la Fundación Marqués de Guadalcanal el privilegio de que participe en la laudatio de la concesión del premio “Antonio Fontán” de Periodismo Político, en su quinta edición. Es un honor inmerecido. Gracias.
Empezaré recordando que el galardón se otorga como reconocimiento al mejor trabajo, publicado en prensa, radio, medios audiovisuales o nuevos medios, relacionado con la defensa de los valores de la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo político, la residencia de la soberanía nacional en el pueblo español y la Monarquía parlamentaria durante el año 2014. Los grandes temas que están hoy, por cierto más que nunca, en el candelero del debate nacional.
En el año 2000, el Instituto Internacional de Prensa había concedido el título “héroe de la libertad” por sus méritos en el periodismo político a don Antonio Fontán. Fue el único español en ostentar este nombramiento en aquel año. Con este motivo, la entonces presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, le dedicó a don Antonio un homenaje en la Cámara Alta. El acto fue presidido por el vicepresidente del Gobierno, quien le impuso la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
En aquella ocasión, Esperanza Aguirre dirigió a don Antonio Fontán unos elogios que ahora aprovecho para decir que merece igualmente ella, a quien podríamos considerar aventajada discípula. Es evidente que hoy existe un paralelismo indiscutible entre titular del premio y nuestra galardonada, ya que ambos participan de un mismo anhelo: el de la libertad en el campo del periodismo político. Si Antonio Fontán recibió el título internacional de “héroe de la libertad”, Esperanza merece uno similar, el de “heroína nacional de la libertad”. “De tal palo, tal astilla”.
El reconocimiento que Esperanza Aguirre mostró a Fontán como uno de sus maestros en el prólogo del libro Don Antonio Fontán Pérez. El espíritu de la política, está presente en la serie de artículos que ha publicado en la prensa en estos últimos años. Podría decir que el modo de proceder de Esperanza prolonga pensamiento y acción de don Antonio, haciendo aún más dilatada su trayectoria. Recuerdo el homenaje que Esperanza dedicó a don Antonio en Nueva Revista en su artículo: “La aportación de los liberales”. Sin duda, don Antonio está entre las referencias reconocidas de Esperanza Aguirre, como lo está Pedro Schwartz, actual presidente de la Mont Pelerin Society y Secretario del Think Tank “Civismo”, quien la convenció para dar el salto a la arena política en la que se estrenó en 1983 en el Ayuntamiento de Madrid como Concejala de Medio Ambiente.
El periodismo político de Esperanza Aguirre no ha sido nunca un simple ejercicio intelectual sino una actividad vinculada a su acción política. Su secreto, tanto en la pluma como en la acción, es, sin duda, la autenticidad, cualidad que le permite sincerarse con los ciudadanos, hacerse entender, lograr su confianza y convencer.
Aguirre se ha caracterizado por decir siempre lo que pensaba y por actuar en coherencia con sus valores liberales. En varias ocasiones la hemos visto ser ‘políticamente incorrecta’, prefiriendo aguantar el chaparrón y sentirse incomprendida a optar por la falsa victoria que proporciona el engaño. Si revisamos sus artículos, vemos que lo que escribe es lo que piensa y lo que ha llevado a cabo. La política económica de Esperanza, por ejemplo, consiste en despertar la iniciativa de los ciudadanos en lugar de sustituirlos, como hacen tantos intervencionistas, algo que conduce inevitablemente al fracaso de los afectados. Glosaré algunas citas de sus 45 artículos en ABC durante 2014, que muestran su pensamiento político y sus valores. Nuestra homenajeada indica la razón de sus tribunas, cuando dice: “La experiencia me ha demostrado que hacer política es también exponer claramente las ideas en las que se cree, y explicar de la forma más nítida posible, cómo se podrían llevar a la práctica esas ideas”.
Ella realiza con sus escritos un ejercicio de honestidad y de valentía que no todos se atreven a afrontar, por cuanto supone mostrarse ante los demás sin parapetos, sin imposturas, sin disfraces. Por tanto, un acto también de generosidad. Al hacerlo, se presta a participar en el debate público sin eludir ninguna de sus aristas, abrazando la complejidad y el matiz, pero manteniendo al mismo tiempo el propio discurso. Es algo no siempre sencillo de conseguir, pero especialmente necesario y digno de agradecer en estos tiempos en que tan de moda está el populismo y sus maniqueísmos. La propia Esperanza ha denunciado desde sus artículos en repetidas ocasiones la actuación contraria, cuando señala: No importa que todo lo que los populistas dicen sea mentira. Basta con que consigan que haya gente que lo crea. Y siempre puede haber quien lo haga. Incluso, de buena fe. Aquí pone el dedo en la llaga. El que sea una evidencia palmaria no quita mérito, (al revés), a la entereza moral que supone el atreverse a manifestarlo.
Esperanza no ha rehuido la confrontación con la verdad, por eso afirma: Siempre es más fácil concurrir a las elecciones con ilusorias promesas que tratar a los ciudadanos como adultos y contarles la verdad, por dura que sea. Esto denota un profundo respeto al ciudadano, en tanto en cuanto apela a su madurez y no a unos instintos que podrían reportar beneficios electorales más inmediatos. Desde este talante y actitud, en los que prima “la inteligencia y los principios”, Esperanza ha proclamado sus ideas en las que puede apreciarse un hilo conductor muy claro. Un eje que vertebra todo su pensamiento y que lo dota de una congruencia y una solidez inusuales: el gran bien de la libertad, como referencia que debe presidir todos los ámbitos, también el económico, desde la defensa, decidida y sin concesiones, de una economía de mercado libre y de la propiedad privada.
Conceptos básicos de la tradición liberal que han comenzado a ofuscarse, incluso donde no debieran, y necesitan de voces sensatas que, como las de Esperanza, los devuelvan al sitio que les corresponde en la cosmovisión de un europeo del siglo XXI. Es una defensa de la libertad que pone en su lugar a ciertos visionarios a los que Esperanza denomina “progres españoles (que) aún creen que las recetas de Robin Hood (quitarles el dinero a los ricos para repartirlo entre los pobres) sirven para crear riqueza y prosperidad para todos. Se trata de una idea demagógica que hay que tomarse el trabajo de desmontar porque, como dice nuestra homenajeada, puede ser muy cansado y aburrido tener que discutir argumentos tan simples y mentirosos, pero hay que hacerlo.
Esperanza los discute admirablemente, con todos los argumentos a mano, interpelando a la libertad de las personas y a su inseparable reverso, la responsabilidad: las dos caras de una moneda que es lo más sólido que los ciudadanos pueden esgrimir ante un Estado que pretenda entrometerse en sus vidas y detentar la soberanía que de ellos emana.
Esperanza escribe: lo que de verdad diferencia a los partidos es la consideración del papel que tiene que representar el Estado en la vida de los ciudadanos. Ella reivindica en todas y cada una de sus intervenciones la libertad política, la que les falta a todos los que han vivido o viven bajo el yugo de una dictadura. Ella no deja de escandalizarse de esa benevolencia con la que muchos, en el mundo libre y democrático, siguen contemplando las nuevas formas de marxismo. Casos flagrantes como el de los regímenes cubano y norcoreano, le sirven para poner sobre la pista de otras formas de totalitarismo más sutiles, pero tal vez más peligrosas, en tanto en cuanto pasan más desapercibidas y es más fácil que la sociedad llegue a aceptarlas sin que tan siquiera se dé cuenta.
Esperanza nos pone sobre aviso: No debemos olvidar que los populistas, una vez que alcanzan el poder, lo utilizan siempre para eliminar los mecanismos que las democracias tienen para, precisamente, controlar ese poder
Nuestra galardonada acude profusamente en sus escritos a una fuente de la que todos deberíamos beber más a menudo, la de la Historia. Es capaz de avizorar las amenazas del futuro, no sólo desde su aguda intuición del presente, sino también, desde la sabiduría que confiere mirar al pasado. Ese ejercicio tan sano y enriquecedor hay que practicarlo cuidando de nuestra independencia, porque no faltarán quienes intenten distorsionarlo, para tratar de condicionar nuestra acción en un presente especialmente delicado, y ponerla al servicio de sus intereses espurios. De especial pertinencia es que nos lo hagan ver, como ella hace cuando, refiriéndose a los nacionalistas, sentencia: creen que el estudio de la Historia tiene que servirles para inocular a los alumnos una determinada concepción del mundo y una explicación del pasado que les convierta en fieles partidarios de su ideología.
Y ante este “afán por cambiar el pasado”, Esperanza se rebela, por el atentado que supone contra la libertad de todos. Desde un sentimiento aglutinador, llama a la acción de los españoles “de derechas, de izquierdas y de centro, porque defender la unidad de España es un deber de todos”, para que tergiversaciones tan dolosas no queden impunes.
Para huir de ellas Esperanza convierte la formación de los ciudadanos en piedra de toque de cualquier sociedad, si es que ésta quiere avanzar y prosperar. En ese sentido, arremete contra la mediocridad que se camufla tras una supuesta cierta “igualdad de oportunidades”. Cito: Hay que saber que el afán falsamente igualitario de socialistas y comunistas, presente en todas las leyes que han elaborado, ha conseguido igualar a los alumnos, sí. Pero por abajo. La pérdida del sentido de la responsabilidad, del esfuerzo, del estudio y del mérito es otra de las manifestaciones de ese igualitarismo que conduce a un nefasto relativismo moral.
Y aquí se enlaza con otro tipo de la libertad, la educativa, que, una vez más, Esperanza reclama: No aceptan que a los alumnos lo que hay que hacer es darles la mayor y mejor información para que sean ellos los que, en uso de su libertad, acaben formando sus propios criterios
En el momento en el que se le priva de esa libertad al alumno, el sistema educativo comienza a fabricar ciudadanos en serie y, por ende, fáciles de adoctrinar, porque a todos se les pueden aplicar las mismas técnicas de alienación. Esperanza elogia en uno de sus artículos la postura que los británicos adoptan a ese respecto, como un modelo que convendría seguir a España: Me gusta mucho que los ingleses valoren siempre el individualismo y sientan recelo hacia los colectivismos. A mí no me gusta que todo el mundo sea igual, piense igual y haga lo mismo, porque, como decía Walter Lippmann, “cuando todos piensan de la misma manera, nadie piensa”. Esa misma defensa de la singularidad, la extrapola Esperanza al caso de los partidos políticos cuando insta a que éstos seleccionen como candidatos, no a los más dóciles, sino a los más capaces, lo que redunda en una notable mejora del nivel de los diputados.
Libertad con responsabilidad. Esperanza lleva a gala como muy pocos políticos la exigencia de que los representantes públicos tengan una conducta irreprochable y de que se les someta a los más altos estándares de exigencia. De ello deja constancia cuando dice sin ambages: Actuar en política movido por los intereses del propio partido y olvidarse del interés general de los ciudadanos es, sin duda, una demostración palpable de irresponsabilidad política. Claro que mayor irresponsabilidad política es actuar sin disimulo movido por el interés exclusivamente personal
A todos exige ese alto sentido de la responsabilidad y muy especialmente cuando los políticos pueden estar jugando con la libertad más grande de todas, la más innegociable: la de la propia vida, amenazada por el terrorismo de cualquier tipo. En este punto Esperanza se ha mostrado siempre inflexible, contundente y jamás ha dado cuartel.
Ese compromiso por la vida y contra el terror que la amordaza y la sojuzga, no sólo lo hace patente con referencia a España. También se involucra en esta cruzada contra el terrorismo islámico, al llamar la atención sobre el caso de las niñas nigerianas secuestradas por el grupo yihadista Boko Haram. Causa que la conmueve especialmente, también porque parece que entra en contradicción con su encendida defensa de los derechos de la mujer y la igualdad entre sexos ante la ley. Una lucha que, tal y como señala, ha costado muchos años, pero que, frente a otras revoluciones del siglo pasado como la comunista, la fascista o la nacionalsocialista, que fracasaron por ser totalitarias y liberticidas, triunfó porque el impulso que ha movido siempre las reivindicaciones de las mujeres ha sido el ansia de libertad, de reconocimiento de derechos individuales.
Entre todas las mujeres amantes de la libertad, Esperanza es una de sus más eximias abanderadas. En fin, compromiso insobornable el suyo que, pese a saber, y cito textualmente, que en España todavía hay mucho miedo a la libertad, se ha dedicado a aprovechar todas las ocasiones que se presenten, como lo son sus artículos en ABC, para defender esa libertad de los ciudadanos que muchas veces es preterida con intención o sin ella.
Esperanza, sea desde la tribuna que sea, seguirá trabajando como lo que es, y dejo que sean sus propias palabras las que la definan: una amante de la libertad, sorprendida por que no lo sean todos los seres humanos, y dispuesta a demostrar en su defensa, como diría Yeats, una apasionada intensidad.
Esperanza,
Gracias por infundirnos genuina libertad en nuestras vidas,
gracias por inspirarnos ideas sugerentes para crecer por dentro y ser más nosotros mismos;
gracias por contagiarnos tu ilusión, tu carisma y tu alegría en la lucha por la libertad;
gracias por ayudarnos a perder el miedo de descubrir y ejercer nuestro potencial distintivo
gracias por generar sociedad civil y hacernos protagonistas de ella
gracias por transformar la mentalidad de súbdito en la de ciudadano libre,
gracias por esa autenticidad con la que dinamizas nuestra voluntad para afrontar el riesgo creativo;
gracias por ese darte a ti misma y enriquecer con algo tuyo nuestras vidas;
gracias, Esperanza, por ser la lideresa de la libertad en España
Julio Pomés, 4 de noviembre de 2015




Palabras de Dª Esperanza Aguirre

PALABRAS DE ESPERANZA AGUIRRE PARA AGRADECER LA CONCESIÓN DEL V PREMIO ANTONIO FONTÁN DE PERIODISMO POLÍTICO DE LA FUNDACIÓN MARQUÉS DE GUADALCANAL POR SUS ARTÍCULOS PUBLICADOS EN ABC EN EL AÑO 2014
(Madrid, 4 de noviembre de 2015)

Querido Presidente de la Fundación Marqués de Guadalcanal, querido Antonio Fontán Meana,
Querido Julio Pomés,
Queridos amigos,

Tengo que empezar mi intervención dando las más profundas gracias a Julio Pomés por sus generosas palabras para conmigo. Pero es que, además, todos los liberales españoles tenemos que agradecer a Julio y a su think tank “Civismo” todo lo que hacen para defender puntos de vista liberales en la vida política española, que está cada vez más necesitada de eso, de más liberalismo. Mil gracias, querido Julio.

El 1 de julio pasado recibí un email de vuestro Presidente, Antonio Fontán Meana, en el que me comunicaba que el Patronato de la Fundación Marqués de Guadalcanal me había concedido el V Premio de Periodismo Político que lleva el nombre de mi siempre admirado D. Antonio Fontán.

No exagero si les digo que ese email me produjo una alegría muy especial.

Para empezar, por el momento en que me llegó, en plena digestión de mi no victoria en las Elecciones Municipales de Madrid. Llevo muchos años en política y he vivido muchos éxitos electorales, pero también derrotas, y sé, sin tener que citar a los clásicos que tan bien conocía Don Antonio, que, cuando se pierde, el teléfono suena mucho menos y se reciben muchos menos mensajes. Por eso, que el Patronato de la Fundación Marqués de Guadalcanal se hubiera acordado de mí en ese momento me emocionó mucho más de lo que puedan imaginarse.

Mi alegría por este Premio se debía –y se debe-, además, a que lleva el nombre de Don Antonio, una de las personalidades políticas, intelectuales y humanas más ricas que he tenido la suerte de conocer en mi vida.

Tenía una inteligencia prodigiosa, una profunda religiosidad, una apabullante cultura, un ansia constante de libertad y un acendrado patriotismo. Y digo lo del patriotismo porque Antonio Fontán siempre, a lo largo de sus 86 años de vida, estuvo comprometido con su Patria, esta España, que, ahora más que nuca, necesitaría de hombres como él.
Además, su compromiso con España lo expresó siempre desde el liberalismo. Por eso lo conocí y por eso tuve la suerte inmensa de que me honrara con su amistad y con sus siempre sabios consejos.

Y también creo que siguen siendo muy necesarios en la España de hoy liberales como él. Liberales doctrinarios y liberales de talante, capaces de concitar voluntades.

En este sentido, permitidme que recuerde el homenaje que, conmigo de Presidenta, le tributamos en el Senado de España, cuando, en 2000, el Instituto de Prensa Internacional le otorgó el título de “Héroe de la Libertad de Prensa”. Aquel día, y unidos por el afán de honrar a Don Antonio Fontán, estuvieron en el Palacio del Senado representantes de todos los partidos políticos españoles, intelectuales de todas las ideologías, y periodistas y empresarios de prensa de todas las tendencias.

Hoy, al recibir este Premio con su nombre, me acuerdo especialmente de aquel homenaje.

Mi alegría al recibir este Premio se hace aún mayor cuando sé quiénes lo han recibido antes. La verdad es que apabulla estar junto a Mario Vargas Llosa, o Valentí Puig, o Javier Gomá o Ignacio Camacho. Creo que ellos constituyen un auténtico “dream team” del periodismo político, como dicen los deportistas, y estar junto a ellos, aparte de ruborizarme un poco, me alegra enormemente.

Por todo esto, comprenderán que estas palabras sólo puedan ser de agradecimiento del más profundo. Casi estoy por decir, y no sería una frase hecha, que no encuentro palabras para agradecer toda la alegría que, por todo lo que les he dicho, me ha dado este Premio.

Al dimitir de la Presidencia de la Comunidad de Madrid declaré que dejaba la primera fila de la política pero que, de una u otra forma, nunca dejaría la política, porque la política es mi vida.


En aquel mismo momento recibí una generosa invitación del ABC para que colaborara en sus páginas con un artículo semanal de análisis político. Estar presente con un comentario político en el periódico que mejor representa el pensamiento liberal-conservador español me pareció una magnífica oportunidad para seguir en la vida política española. A lo largo de 2013 y 2014 ABC publicó mis artículos.

Por eso, en el capítulo de mis agradecimientos, permítanme que también incluya a ABC. En sus páginas me he hecho un poco periodista, que es, junto a la de político, otra de las maneras de trabajar para conseguir que las cosas de la vida en común vayan mejor.

Que es lo que me ha movido siempre, desde que hace 32 años entré de Concejal en la oposición en el Ayuntamiento de Madrid –lo mismo que soy ahora-.


Y es lo que me seguirá moviendo en mi actividad política y también en la periodística, porque creo que, con los ánimos que me da un Premio como éste, seguiré escribiendo artículos con la esperanza de que alguien me los publique.


Queridos amigos, querido Antonio,

Espero haberos transmitido toda la emoción y toda la alegría que me habéis dado con este Premio Antonio Fontán.

Y que, así, comprendáis hasta punto os lo agradezco de todo corazón.

Por todo ello, ¡muchas gracias!
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